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Una ciudad enWokecida
La esperanza no se pierde nunca
Llega el fin de la era Woke
Esta vez no sé por dónde empezar.
La consecuencia de la dramática invasión asiática que ha vivido Toronto en esto últimos años es algo digno de una tesis del mismo Nietzsche, corregida por Kant y certificada por Aristóteles.
Es un panorama distópico de G. Orwell, hecho realidad, o bien una realidad distópica que ha ido muy lejos.
Me refiero a la ciudad de Toronto. Una política de buenismo llevada a cabo por políticos al servicio de unas élites supra poderosas, y que pretenden cambiar la sociedad, mediante la ingeniería impuesta por el Woke. Para ello cuentan con dos poderosas herramientas:
La primera, abrir las puertas a una inmigración invasora procedente de Asia, que está haciendo trizas la ciudad, con el riesgo de seguir por el país, si alguien no para esta locura, de una ciudad como Toronto, convertida ya en pasto del wokismo.
La segunda acabar con las familias, y convertir a los niños en seres sin género natural, y a los padres, en ovejas de un rebaño sin capacidad de juicio crítico, ni poder decir nada en contra, ante esta barbarie.
Toda hace presagiar que han podido ser unas élites, al servicio de China las que han introducido el virus woke en Toronto. Estas son algunas de las consecuencias:
El mercado laboral está totalmente destrozado, y los puestos disponibles para la clase media están en manos de China e India.
La mayoría de los bancos cuentan principalmente con trabajadores chinos en las cajas, y en muchos puestos de dirección.
āA las mujeres se les induce sutílmente a romper la pareja, cuando no sea el hombre el que acaba con la familia.
La política, la sociedad y la economía ha caído ya en las manos de unas élites poderosas, que lo manejan todo desde fuera de Canadá.
La delincuencia forma parte de la vida normal. No sólo por los crímenes, sino por el personal de seguridad privada en edificios, y hasta sucursales bancarias. Incluso en tiendas de ultramarinos, o franquicias de todo tipo cuentan con un guardia de seguridad, que suele llevar tubante. Lo nunca visto. Muchas veces es consecuencia de la mala educación, y otras de gente que viene de países sin ningún tipo de civismo.
La vivienda tiene un precio imposible para ser adquirida, principalmente por jóvenes e inmigrantes, y los alquileres superan el 60% de los ingresos, incluídas las habitaciones, y las camas calientes.
Las escuelas son centro de adoctrinamiento sexual y civil. Hasta la historia se retuerce, como el caso de la conquista de los españoles.
Las universidades son centros de lavados de cerebro, donde no existe la libertad de expresión. El trabajo es un centro de escarmiento a los que opinen algo en contra del sistema, y luego les hacen la vida imposible para conseguir un nuevo trabajo.
Las iglesias son vigiladas por el estado, y a la mínima, van a por el pastor o cura. En Navidad no existe decoración cristiana en ningún lugar público. No se ve la bandera de Canadá en asociaciones u organizaciones del estado. Sólo la bandera LGTB: Existe un odio que rebasa lo humanamente imaginable, hacia los hombres blancos, cristianos, solteros, y si han nacido en Europa es una pesadilla. No digamos si son de origen español, ya que se les hace ver como culpables de la conquista de América.
El odio llega a tal extremo que, por llevar una pequeña bandera de España atada a una mochila, se le confisca esta bandera en la entrada de la CN Tower, y con mucho esfuerzo, se le devuelve a las semanas. Eso le pasó al que escribe estas líneas. No hablemos del aborto, eutanasia, cannabis y alcohol. A las estadísticas me remito. Hay que parar esta locura. Son unos pocos que están sometiendo a toda una población, y los peores son los que vienen de Asia, que están haciendo el juego muy suicido a sus amos.
El miedo entre la población es terrible, no existe la libertad de expresión, y todo se castiga con severas penas de cárcel, y con el ostracismo social, sólo si piensas diferente.
Hay gente que ha podido estar ya en la cárcel, por decir algo sobre la existencia de los dos géneros.
Estamos a punto de llegar a un punto de no retorno.
Ahora o nunca.

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